jueves, 29 de octubre de 2009

FANFICTION..."EL PRIMER CREPUSCULO"...CAP. 17 , 18 , 19 Y 20 !!!

MIREN AQUI LE SDEJO UN RESUMEND ELO QUE SE TRATA...YO NO LO ESCRIBOOO!! LA GENIA Q LO ESCRIBIO SE LLAMA

" lamiga "

ELLA MERECE TODOS LOS MERITOS..MAÑANA LES DEJARE EL PRIMER CAPITULO..PORQ ANTES NECESITO SUS OPINIONES RESPECTO A L FIC...
LES ASEGURO Q VANA AMAR ESTA HISTORIA,,,VER A EDWARD COMO HUMANO ES ADORABLE....
ASI Q AY Q AGRADECER EL ERMOSO TRABAJO Y LA GRAN MENTE DE "LAMIGA" LA Q ESCRIBIO ESTO..ASI Q ELLA MERECE TOODOS LOS MERITOS..

CAP. 17:

Miedo.

-¿Qué…?- dio una vuelta sobre sí misma mirando a su alrededor- ¿Qué demonios era esa cosa?

-No lo sé- siguió guardando las cosas apresurado en la cesta de mimbre- Ya no puedo leer la mente, así que no sé si era algo sobrenatural y no puedo oler más allá de de lo que tengo delante de la nariz así que no puedo saber si es algo animal- se incorporó de golpe- Pero no vamos a quedarnos aquí a investigar- añadió- ¡Alice! ¡Alice!- repitió.

-Tal vez sólo era un oso- insistió ella-. He oído a Charlie hablar con otros hombres del pueblo de que han visto un grupo de osos cerca. O lobos gigantes. No sabían lo que eran. Estaban haciendo batidas.

-¿Y lo dices ahora? Hemos estado aquí, solos. Sin nadie vigilando. Nos podía haber atacado. ¡Y ya no puedo protegerte!

Bella dio un paso atrás asustada, negando con la cabeza, confusa. Nunca había oído a Edward – al antiguo Edward – levantar la voz. Por lo menos, levantarle la voz a ella. La mayoría de las veces que estaba enfadado o frustrado por algo su voz sonaba sin emoción. Pero este Edward tenía emociones. Y demasiadas.

-¡Alice! ¡¿Dónde estás metida?!

Con el sonido de algo que se rasgaba llegó acompañado un borrón negro que se volatilizó delante de ellos.

-¿Qué pasa?- preguntó extrañada.

-¡¿Qué pasa?!- continuó el vehemente Edward- Hemos tenido una cosa allí- señaló el oeste del prado- a 20 metros de nosotros que nos podía haber hecho trizas, y preguntas qué pasa.

-¿Una cosa?- repitió carente de fuerza la voz de Alice- Yo no he visto nada.

-¡Pues yo sí! ¡Y Bella también! Así que sácanos de aquí ¡ya!

Sin hacer caso alguno a Edward con su pataleta y a sus gritos que resonaban en toda la pradera, Alice dio dos pasos hacia donde él había señalando y primero levantó la nariz moviendo las aletillas para orientarse y después cerró los ojos. Edward tomó aire seguramente para gritar algo más, pero ella le detuvo con la mano, dentro de su trance.

Bella estaba más que acostumbrada a cuando Alice se encerraba en sí misma, espiando el futuro. Sabía que se abstraía de todos las emociones externas. Tanto como lo estaba Edward, pero caminó hacia ella y la zarandeó, lo que solo produjo que se le moviera el abrigo.

-¿Qué era? ¿Qué ves? ¿Puedes rastrearlo?

-No veo nada- dijo igual de carente sin abrir los ojos- Sólo os veo a vosotros. Tumbados y besándoos. Y después a vosotros asustados. Hay un agujero en mi visión. No sé lo que es.

Con un gesto dramático, Alice se dejó caer al suelo para quedarse de rodillas, llevándose las manos a las sienes, apretando los ojos con fuerza.

-Es un animal- prosiguió- Huele como un animal. Como un perro mojado. Es asqueroso. Pero no sé por qué no puedo verlo. Ha cruzado del este al oeste, puedo notarlo. Pero no está en mi visión.

-Tienes que sacarnos de aquí, Alice- la volvió a zarandear- Ahora.

Pestañeó lentamente para mirar a Edward con los ojos vacíos y se le acercó con la nariz por delante.

-¿Qué es eso que hay en tu voz? Te sale desde aquí- le tocó el centro del pecho- No te lo había oído antes.

Despegando sus labios por primera vez desde la aparición de Alice, Bella caminó hacia ellos y también se arrodilló.

-Es miedo. Es lo que sentimos todos los humanos cuando nos damos cuenta de lo frágiles que somos.

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CAP. 18:

Culpabilidad.

No se arrepentía de ni una de las decisiones que había tomado para ir a Volterra, pero lo echaba de menos como el aire que ahora necesitaba para respirar. Su don. Porque allí estaba, de pie, junto a su familia sentados alrededor del escritorio de Carlisle que hablaban a velocidad de vampiro y a volumen de vampiro, y él, un humano, no se estaba enterando de nada.

Miraba sus caras pero estaban inexpresivas. Conocía esas caras desde hacía 90 años – las de Carlisle y Esme – y 40 años – la de Alice – y hoy era como si las viera por primera vez. Movían sus ojos y sus labios pero no podía percibir ni una mísera palabra suelta.

Alice se levantó y salió de la habitación en un pestañeo. En otro pestañeo, Esme ya estaba a su lado, cogiéndole de los hombros amorosa y maternalmente.

-¿Quieres que te prepare espaguetis para cenar? Parece ser tu plato favorito.

-No- dijo escuetamente- ¿Dónde ha ido Alice?

Carlisle se levantó lentamente y caminó hacia él exhalando un suspiro.

-Va a salir de caza.

-¿A cazar a esa cosa?

-No. A alimentarse. Ha pasado demasiado tiempo contigo y con Bella. No queremos correr riesgos.

Sí, tenía razón. Por la mañana tenía los ojos dorados y cuando volvió al atardecer estos tenían ya un ligero tono negruzco. Seguro que estaba siendo duro para ella: cargar con dos humanos a unos centímetros de sus agudos sentidos de vampiro que le hacían llenarse la boca de veneno. Alice era casi inmune, pero aún no era Carlisle. La última vez que tuvo a Bella cerca sangrando – en la fatídica fiesta de cumpleaños- él pudo leer en su mente las ganas que tenía de beber.

-¿Ya sabéis lo que es?- insistió.

-Aún no, hijo, no te preocupes.

Iba a exclamar un “¿Cómo no me voy a preocupar?” pero como Esme no necesitaba tomar aire entre frase y frase como él, insistió de nuevo:

-¿Y un emparedado?

-No, no, no- exclamó zafándose de su abrazo frío- Quiero saber qué es lo que estabais hablando. ¿Vais a llamar a Jasper y a Emmett? Si hay algo en el bosque que Alice no puede ver y nos puede atacar, les necesitamos aquí.

-No vamos a llamar a nadie- prosiguió Carlisle con su sorna-. Y no hay nada por lo que alarmarse.

-¡Claro que lo hay! Bella y yo estábamos allí y nos podía haber hecho cualquier cosa. Jasper es el mejor rastreador. Tiene que venir a seguir a esa cosa de allá de donde haya salido.

-Edward- continuó- Entiendo que estés asustado y…

-¡No!- exclamó- ¡No lo entiendes! ¡Ninguno lo entendéis! De la misma manera que yo no entendía a Bella antes. Estábamos allí y mis sentidos no me alertaron de absolutamente nada. Esa cosa podía haber llegado a estar a un palmo de nosotros y ni siquiera me hubiera dado cuenta. No puedo llevar a Bella a ningún sitio a la que la llevaba cuando era vampiro porque estamos expuestos a peligros a los que no puedo afrontar. ¡Así que no me digas que sabes cómo me siento!

Carlisle simplemente apretó los labios y Esme se llevó las manos a la boca, a la vez que una sensación nueva crecía en él. Algo grande que le quemaba por dentro desde el estómago, le subía a la garganta y ahora estaba en el calor de sus mejillas. ¿Eso era algo como la culpabilidad? ¿El arrepentimiento? Lo había sentido cuando era vampiro, pero era una tortura a un diferente nivel. Como humano dolía como dolía hablarle así a los seres queridos.

-Esme, Carlisle, lo siento, no quería… levantaros la voz. No era mi intención. Sé que sólo me queréis proteger y…

En una mirada rápida de uno a otro, con movimiento de labios incluido, Esme tomó la palabra para volver a pasar su brazo frío por encima de sus hombros.

-Nos hacemos cargo, hijo. ¿Qué te parece si vas a llamar a Bella para asegurarte que está bien y para decirle que tampoco debe preocuparse?

Asintió, dándose por vencido y con descarga en la mejilla por unos labios fríos, salió del despacho de Carlisle. Se quedó fuera unos instantes, pero como no iba a escuchar nada, continúo hasta llegar a su habitación, cerró la puerta, puso música de su aparato que antes solía tranquilizarle y tumbándose en la cama a la larga, tomó su móvil para marcar el primer número del dial.

Bella preparaba la cama para meterse cuando le pareció que sobre el escritorio, donde había dejado su móvil tras hablar con Renee, algo vibraba así que se tiró en plancha sobre él. No le hizo falta leer la pantalla. En tres meses sólo había recibido llamadas de su madre y ya se había despedido de ella por hoy así que sólo quedaba una persona que pudiera marcar su número.

-Hola- dijo en un suspiro.

-Hola- respondió Edward desde el otro lado- ¿Cómo ha ido todo?

-Bien. Cuando llegué a casa aún no había vuelto de pescar. Vino de buen humor y le puso de mejor humor saber que era verdad que tenía que hacer un trabajo con Mike Newton así que por ahora sigues sin necesitar que Alice pare las balas- se echó a reír.

¿Mike Newton? ¿Qué pintaba ese niño en toda la historia? Otra cosa empezó a crecer dentro de él, ocupando el poco espacio que dejaba la culpabilidad de haber gritado a sus padres adoptivos, y eso sabía muy bien lo que eran: celos. Los había tenido de vampiro. Y hacia Mike. Odiaba que él pudiera estar con Bella cuando era un día soleado y él debía permanecer oculto. Odiaba que se dirigiera a ella, que pensara en ella y que se imaginara cosas sobre ella. Pero los celos humanos dolían más. Ahora sí que le podía ocultar cosas y eso que confiaba en Bella ciegamente. Pero había ido a ver a Mike antes y ni siquiera se había dado cuenta. Antes con una simple inspiración de su olor podía adivinarlo. Y ya no.

¿Cómo el resto de los seres humanos podían con semejantes y macabras sensaciones?

-¿Estuviste con Mike?

-Eh, sí- respondió ella sin darle mayor importancia- Por un trabajo de ciencias.

-¿Ahora él es tu compañero de laboratorio?

-No. Sólo que su compañero estuvo enfermo y yo no tenía y el Sr. Banner nos puso juntos.

-Sólo por esta vez- insistió.

-Sólo por esta vez- repitió ella- ¿A qué viene esto?- y se rió.

-A que Mike no me gusta- dijo seco- A eso. Él y sus comentarios mentales mordaces y las cosas que piensa de ti.

-Bueno, ahora es algo de lo que ya no tienes que preocuparte.

En cierto modo, era un alivio. Esos condenados niños que eran sus compañeros, ni cuando el profesor impartía clase dejaban sus mentes tranquilas. Pensando todo tipo de cosas descabelladas. Y la hora del almuerzo era incluso peor. No sólo tenía que permanecer en la cafetería con el nauseabundo olor de la comida humana, si no en una sala llena de estudiantes que hablaban a un volumen hiriente vocalmente, lo mismo que es sus cabezas.

-Pero tengo que seguir preocupándome por Mike.

-Oh, vamos- se rió de nuevo- ¿Recuerdas la conversación que tuvimos de vuelta a mi casa el día de mi cumpleaños? Decías que Mike Newton me convenía más que tú porque él era humano. ¡Y ahora ya lo eres! ¿En serio te sigues preocupando por Mike?

No, era absurdo preocuparse por él. Debía de preocuparse por un millón de cosas más importantes que aquel niño insignificante. Por su familia de vampiros, por ejemplo. Por Alice con lagunas en sus visiones y alimentándose ahora mismo para no arriesgarse a atacarle. Y por esa cosa que se paseaba a su lado mientras ellos se besaban y se acariciaban cuando se había dicho a sí mismo que esas cosas por ahora no le preocupaban y que no estaba preparado.

-Supongo que no. Pero parece ser que, humano, sigo siendo un novio celoso- suspiró dándose la vuelta en la cama y quedando boca arriba- Siento lo de hoy en el prado. Siento haberte gritado.

-Es normal, estabas asustado.

-Pero no es disculpa. Nunca debí levantarte la voz.

-¿Ya sabéis lo que es o por qué Alice no lo pudo ver?

-No. O por lo menos no me lo han dicho. Me quedé de pie mientras ellos hablaban a velocidad vampiro y después no me contaron nada. Carlisle le quita importancia y Esme sólo quiere atiborrarme a comida. Es todo muy injusto.

-Debes confiar en ellos, Edward. Ahora ellos cuidan de ti. Eres un humano, como yo. ¿Y qué me decías antes? Que no tenía nada de lo que preocuparme.

-Fue una tontería haberte llevado al prado y estar allí solos.

-Oh, no, no- exclamó ella- No quiero que digas eso. La tarde fue maravillosa. No quiero que porque apareciera esa cosa, eches a perder la increíble tarde que tuvimos.

-¿Te pareció increíble?- dijo sonriendo.

-Más que eso. Fue… un sueño. Lo que sueño ahora que no tengo pensadillas, y además, real.

-Entonces yo también olvidaré a la cosa esa y pensaré en lo placentero que fue el picnic y estar allí tumbados.

-Sobre todo eso último- se rió nerviosa mientras notaba como su cara se encendía y veía su propio reflejo sentado sobre la cama en el cristal de su habitación- ¿Te veo mañana en el aparcamiento del instituto?

-Seguro. Buenas noches, amor.

-Buenas noches- respondió ella.

Se quedó unos instantes quieta observando la pantalla de su móvil que indicaba la duración de la última llamada y cuando esta se apagó, lo dejó sobre mesilla, se echó la colcha por encima y sin cesar de sonreír se acomodó en la cama.

Iba a echar de menos las visitas nocturnas del antiguo Edward a su habitación. Pero aquello… era muchísimo mejor

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CAP. 19:

Día histórico.

Bella aparcó su camioneta en su plaza habitual y miró por su retrovisor la vacía a su espalda que llevaba igual desde hace tres meses para suspirar. El aparcamiento del instituto hervía de actividad a aquellas horas – y más con un día soleado más – pero en aquel trocito de pavimento no había nada. Una hoja suelta y un poco de verdín por el escaso uso. Todo el mundo sabía que esa era la plaza de Edward Cullen que había usado día a día – nublado – desde que empezaron a asistir al instituto y como si estuviera maldita nadie la había vuelto a ocupar.

Cogió su mochila del asiento de al lado, comprobó que tenía todo lo necesario dentro y antes de colgársela al hombro para abrir la puerta, el ruido de un motor que distinguiría entre todos los automóviles de Forks, se abrió paso entre los demás estudiantes.

Llegó a una velocidad considerablemente lenta – para su estilo de conducción – hasta la línea de su plaza, se detuvo y se dispuso a maniobrar. ¿Edward mirando por los retrovisores? ¿Edward mirando hacia atrás para no golpear el muro? Una vez estacionado correctamente tiró de algo del asiento contiguo, se puso unas gafas de sol y entonces miró hacia delante – hacia ella – para sonreír.

-¿Qué ha sido eso?

-¿Qué ha sido qué?- preguntó sin cesar de sonreír a la vez que activaba la alarma del coche y se colgaba una mochila al hombro.

-Tú- señaló el coche- Tan despacio y… mirando hacia atrás.

Se metió la mochila por el otro hombro y después la rodeó con el brazo para besarla en la frente antes de caminar.

-Eso es lo que pasa cuando pierdes tus extraordinarios poderes de vampiro. Eso y que tengo que cargar con una pesada mochila llena de libros porque aunque he ido a la Universidad dos veces seguro que ahora necesito tomar notas para ponerme al día.

Bella sonrió y comenzó a caminar. Aunque apenas pudo dar un par de pasos sin sonrojarse porque se dio cuenta de que todo el instituto de Fork les estaba mirando. Era una sensación a la que casi estaba acostumbrada tres meses atrás y que la gente casi ya ignoraba porque llevaba demasiado tiempo integrada entre los Cullen para cuchichear, pero que Edward estuviera de vuelta y además, un día soleado, seguro que era el tema del mes.

Bajó la cabeza y sólo notó una ligera presión en la espalda de Edward que le invitaba a seguir caminando.

-No te preocupes- le murmuró- Esto ya nos había pasado antes- añadió- ¿Qué tal estaba Charlie? ¿Crees que mañana podré ir a buscarte? Así la llegada será más triunfal.

-No he sacado el tema porque era demasiado temprano para discutir. Sólo le comenté lo de la cosa de ayer y me ha prohibido entrar en el bosque porque han desaparecido algunos excursionistas y creen que lo que sea eso los haya atacado.

-Me lo temía- volvió a murmurar.

-¿Alice ha descubierto algo más?

-No. Sigue cegada. Aunque observarme mientras duermo la distrae bastante. Hoy volvía a estar a los pies de mi cama arrodillada sin pestañear cuando me desperté. Cree que está perdiendo su don.

-¿Crees que tiene algo que ver con el tuyo?

-¿El mío?- se detuvo en mitad del pasillo que cruzaban.

-Es una idea que me vino a la cabeza. Ayer en el prado dijiste que tal vez todas tus pesadillas eran culpa de quienes te…- dejó de hablar porque un par de chicas pasaban demasiado cerca y además, sin quitar ojo a Edward- hicieron esto tal vez te habían gastado algún tipo de broma macabra. A lo mejor eso también está afectando a Alice.

Sólo negó con la cabeza, volvió a tomar a Bella por encima de los hombros y continuó caminando.

-No. Es algo que pasa aquí. Algo que tiene que ver con la cosa del prado. Y que descubriremos. O al menos, Carlisle descubrirá.

Se volvió a detener pero esta vez para invitar a que Bella pasara antes al aula. Ella lo hizo y cruzó la clase hacia los dos últimos pupitres vacíos, que les pertenecían. Como no necesitaba más educación extra, al rellenar la matricula para el curso actual Edward escogió las mismas asignaturas que Bella para poder estar en todas las clases juntos y así poderse graduar a la vez. La suerte era que en esos tres meses su comportamiento había dejado tanto que desear que ningún compañero quiso ocupar el sitio libre y seguía vacante.

Tomó asiento, Edward hizo lo mismo con el suyo y en silencio se dispusieron a sacar sus cosas. Bella ya tenía todo lo necesario cuando él aún revolvía por la mochila y tuvo que sacar una bolsa de papel para encontrar lo que buscaba. Ella la tomó curiosa cuando le pareció que olía a algo como frambuesa y él se encogió de hombros contestando un “Esme” para volver a guardarlo.

-¡Bella!- exclamó Mike Newton desde la puerta.

Entró en la clase como una exhalación blandiendo una carpeta que ella reconoció inmediatamente como suya pero cuando se dio cuenta de que había alguien sentado a su lado se paró tan de golpe que hasta sus zapatillas deportivas chirriaron en las baldosas.

Era cómico y parte de la culpa la tenía ella. Fue injusto haberle llamado ayer para terminar el trabajo cuando llevaba meses – tres, exactamente – rechazando citas con mugidos y ojos en blanco, salidas al cine y quedar después del trabajo. Debió decirle además cuando le preguntó qué haría el resto de la tarde que la pasaría con el nuevo Edward de ojos verdes, que por cierto había vuelto, pero ella simplemente se encogió de hombros y se despidió diciendo que le vería mañana en clase porque, la verdad, esas situaciones nunca se le habían dado bien.

-Es…- musitó.

Bueno, toda la culpa no la había tenido ella. Si hubiera llegado al instituto temprano hubiera vivido el espectáculo en el aparcamiento y estaría al corriente. Pero desde que habían comenzado el curso llevaba curiosamente el pelo peinado como alguien que tenía sentado al lado, y eso, llevaría tiempo.

-… Cullen. Has vuelto.

Edward no contestó. Levantó una ceja por encima de las gafas de sol que aún llevaba y entonces se las quitó. Tenía que darse cuenta de que era diferente: estaba junto a una ventana a la que le daba el sol, tenía color en la piel y los ojos verdes que quitaban el aliento. Llevaban yendo juntos a clase desde antes incluso de que ella se mudara a Forks y todo el mundo le conocía a él y al resto de los Cullen: les observaban en la cafetería, en sus coches y se preguntaban por qué iban tanto a lo suyo y no se mezclaban con los demás. En especial a Edward del que algunas chicas decían que seguro que pensaba que nadie era lo suficientemente bueno para él porque nunca salía con nadie hasta que la conoció a ella.

-Hola, Mike- intervino ella- ¿Lo has terminado?

Balbuceó algo sin apartar la vista de Edward pero luego batió la cabeza para alargar el brazo hacia ella como si alguien de la mesa le fuera a morder.

-Gracias. Seguro que nos pondrán buena nota.

Asintió y mirando de reojo de nuevo a Edward se encaminó en su taburete, dos puestos más allá de ellos, pero cuando estuvo a punto de pegar el culo al asiento, se volvió.

-Creí que te graduarías en Los Ángeles- dijo.

Edward se mojó los labios antes de hablar. Que labios más perfectos. Mira que antes se había pasado tiempo observándolos cuando eran blancos y fríos como el hielo, pero los de ahora de aquel carmesí tan bonito no tenían calificativo.

-No- contestó calmado- Ahora me graduaré aquí.

¿Edward le había hablado a Mike? ¿Edward Cullen hablando a Mike Newton? Hoy debía ser un día histórico para Forks.

-Seguro que Los Ángeles es genial. Todos los días son soleados y calurosos, ¿no?

-Sí- añadió paladeando cada letra- Pero allí no estaba Bella.

Bella sonrió aún ensimismada con la belleza del perfil de Edward a la vez que se sonrojaba.

-Gracias por ser su compañero de laboratorio- añadió- Pero ahora ya tiene uno.

-Ya, bueno- carraspeó- Lo suponía. ¿Vendrás a trabajar hoy?- se dirigió a ella.

Saliendo de su trance, Bella batió la cabeza.

-Claro. Como todos los días. ¿Por qué no iba a hacerlo?

Venga, que lo soltara. Como si no lo supiera. Como si pudiera leer las mentes. Lo que todo el mundo pensaba: cómo teniendo un novio rico con una familia rica podía querer buscar trabajo y seguir conduciendo su camioneta. Debía de tener un deportivo como Rosalie y no repetir modelo como Alice. Pero ella no era un Cullen, era una Swan. Y a los Swan les gustaban las cosas a otro modo.

-Quizás tenías otros planes. Te veré allí entonces.

Y se sentó sin más.

Edward le sonrió y le tomó de la mano. Hizo que las dos encajaran para abrir y cerrar los dedos.

-Ayer estaba muy frustrado pero hoy solo veo ventajas a esto de no poder leer las mentes y no tener instintos asesinos. Seguro que ha pensado algo desagradable y a mí se me hubiera llenado la boca de veneno- respondió sonriendo- ¿Crees que ahora soy humano, yo debiera buscarme un trabajo?- añadió divertido.
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CAP. 20 :

Ciega.

-Edward, Cielo Santo, has engordado. No sabes lo que me cuesta cargar contigo.

Soltó una risotada que resonó por todo el bosque que cruzaban a aquella velocidad vertiginosa. Donde encima, llovía. Llevaba lloviendo toda la semana, así que Alice había podido volver al instituto, las miradas curiosas se dividieron ahora entre los tres y a la hora de la comida sólo ella tenía que disimular que le encantaba el menú de la cafetería cuando estaban sentados en torno a la mesa de los Cullen.

Durante su ausencia, Mike y el resto de los chicos habían acogido al fantasma de Bella con ellos, pero ahora, con primero Edward de vuelta y después Alice, habían asumido que volverían a estar juntos y al no ver ninguna silla libre en la mesa central, tuvieron que acudir con su bandeja hacia la mesa vacía de la esquina.

Y eso debía ser suficiente porque pasaban cada hora lectiva del día juntos y Edward la esperaba para poder estar un rato a solas antes de que volviera a casa del trabajo, pero como el jefe Swan llevaba pensando toda la semana lo mismo que el sábado anterior, Alice tenía que volver a ejercer de taxi para ayudar a colarse a Edward por la ventana el viernes por la noche.

-Y no me extraña, con lo que comes. Puedo oler como la grasa se pega a tus arterias. ¿Tú podías o sólo es ese mi don?

Iba a decirle que se callara pero estaba demasiado concentrado en no marearse y en que los dientes no le castañetearan por culpa del frío. Seguro que estaba al borde de la hipotermia. Alice no tenía ninguna consideración. Su espalda estaba más fría que el propio invierno de Forks. Se debía de tratar de algún tipo de castigo.

Se volvió a reír y tres árboles más allá, se detuvo en seco. Edward estuvo a punto de preguntar qué era lo que pasaba porque faltaba un buen trozo para la casa de los Swan y ni por asomo pensaba hacerlo caminando, pero con un simple dedo le indicó que se callara y se alejó de él unos pasos con los ojos cerrados y la nariz alerta.

-¿Qué es?

Tardó unos instantes en contestar en los que a él le dio tiempo a cruzar los brazos en busca de calor. Cuando se volvió lo hizo con el gesto contraído por el disgusto.

-He olido a esa cosa otra vez. Esa cosa que huele como un perro mojado. Se mete por la nariz y te quema. Es lo más desagradable que he olido jamás. Incluso que tú, sudando.

Iba a gritar algo como “¿Está aquí?” y “¿Tan cerca del pueblo y de Bella?” cuando casi se abalanzó sobre él para taparle la boca y empujarle detrás de unos árboles.

-No te muevas- y le cubrió la parte del cuerpo que pudo con su pequeña envergadura.

Supo perfectamente lo que trataba de hacer porque él también lo hacía con Bella en el pasado: intentar tapar su esencia con la suya propia ante cualquier depredador. Pero también supo que era completamente absurdo. Si esa cosa estaba cerca le volvería a oler, él ya no podía defenderse y Alice estaba totalmente ciega por lo que no contaban con ventaja.

-Es más de uno- le susurró- Son un grupo. ¿Por qué diablos no puedo verlo?- añadió apretando los ojos.

Tragó saliva ruidosamente cuando lo que fuera de lo que se estaban escondiendo ya estaba lo suficientemente cerca para que su pobre oído humano lo percibiera: pasos por el bosque, ramas que se rompían a su paso, gotas cayendo a su alrededor y hasta una conversación lejana.

Alice seguía inerte pero él pudo ver perfectamente que de lo que se escondían eran… ¿un grupo de chicos?

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