miércoles, 4 de noviembre de 2009

FANFICTION...."EL PRIMER CREPUSCULO"....CAP. 37. 38,39 Y 40:

MIREN AQUI LE SDEJO UN RESUMEND ELO QUE SE TRATA...YO NO LO ESCRIBOOO!! LA GENIA Q LO ESCRIBIO SE LLAMA

" lamiga "

ELLA MERECE TODOS LOS MERITOS..MAÑANA LES DEJARE EL PRIMER CAPITULO..PORQ ANTES NECESITO SUS OPINIONES RESPECTO A L FIC...
LES ASEGURO Q VANA AMAR ESTA HISTORIA,,,VER A EDWARD COMO HUMANO ES ADORABLE....
ASI Q AY Q AGRADECER EL ERMOSO TRABAJO Y LA GRAN MENTE DE "LAMIGA" LA Q ESCRIBIO ESTO..ASI Q ELLA MERECE TOODOS LOS MERITOS..

CAP. 37:

Anti natura.

Se plantó delante de los tres, sin más.

-¿Qué haces aquí, Jacob?

-Buenos días a ti también, Bella. Me alegro de volver a verte- replicó el interfecto.

-Quiero decir que estás a unos cuantos kilómetros de tu Instituto de la reserva- añadió Bella.

-Lo sé. Sólo vengo a entregar un mensaje. Y mi alfa creyó que era mejor entregarlo con…- miró a su alrededor, al aparcamiento concurrido- público.

Edward apretó instintivamente el cuerpo de Bella hacia él, pero poco se pudo comparar eso con el gesto de protección que tuvo la pequeña Alice con los dos: salió de su trance en el que intentaba contener su arcada, para de un salto y con un rigidito, como si fuera un tigre, se puso delante de ambos abriendo incluso los brazos para abarcarles mejor.

Para cualquier espectador que se hubiera fijado en ellos entre toda la actividad del aparcamiento, debía de ser irrisoria: una chica de metro y medio, delgada y estrecha protegiendo a un chico que le sacada la cabeza completa de otro que casi le sacaba la cabeza a éste. Pero las fuerzas no estaban nada desigualadas.

-No tienes nada que decirnos, perro. Así que lárgate con tu olor pestilente a otro sitio.

Jacob también arrugó la nariz e incluso echó la cabeza hacia atrás, como si el movimiento de Alice hubiera levantado el olor de una cloaca. Ella no se movió ni un ápice y se pegó más a Edward y a Bella.

-Quítate de delante- le advirtió Jacob- No hablo con sanguijuelas.

-No, sólo atacas a seres humanos indefensos, como mi hermano.

-No lo sabía. Él era una sanguijuela, como tú, estaba con vuestro líder cuando nuestros tatarabuelos firmaron el tratado. ¡Huele como vosotros! ¿Cómo iba a saberlo?

-¿Prestando atención a tus sentidos?- añadió Alice irónica.

Jacob respiró hondo apretando los puños para contestar:

-No te conviene enfadarme, así que vuelve a tu ataúd y deja entregar mi mensaje.

-No me pienso mover. Así que escupe lo que tengas que decir y lárgate por donde has venido, chucho. Y hazlo antes de perder tu temperamento y herir a alguien… otra vez.

Respiró una vez más y cerró los ojos. Volvía a temblar y a sudar, así que Edward intentó dar un paso atrás e incluso atraer a Alice hacia él como si su estructura pudiera incluso proteger a su hermana, pero fue Bella la que se zafó de su brazo y se intentó acercar.

-Jake…

-No, estoy bien- movió la cabeza, girando el cuello para relajarse- Mi alfa me manda a deciros que ya que estás vivo no vamos a tomar la visita a La Push del otro día como una violación del tratado. Aún así como todos los Cullen han vuelto no podemos cruzar la línea del bosque, así que si las otras sanguijuelas entran en vuestro territorio, es cosa vuestra.

-Por supuesto que sí- contestó Alice.

-De todos modos, hace semanas que no les vemos ni seguimos su rastro: parece que sólo perseguían a esos pobres excursionistas.

-Mensaje recibido- replicó Alice.

Ignorándola, Jacob prosiguió:

-Bella, el único sitio donde puedo protegerte es en La Push. Pero sola- añadió paladeando cada sílaba de la última palabra.

-Bella no necesita que nadie la proteja. Y menos si le va a pasar lo mismo que a mi hermano- replicó Alice- ¿Eso era todo?

-No- centró su atención en Edward- Creíamos que eso de que un re-nacido volviera a nacer de verdad era un cuento, pero ya veo que no. Es asombroso. ¿Desde cuándo…?- se detuvo- ¿Por eso…?- añadió- ¿Por eso te fuiste?

Edward sostuvo la mirada pero no separó los labios.

-Sigues pareciéndome algo anti natura. Deberías llevar 100 años muerto- insistió con asco.

-Estamos en algo de acuerdo- respondió Edward- Pero ahora estoy aquí. Así que supongo que seré un problema para ti. Y más que antes- añadió aferrando a Bella.

-Ya veo- siguió el brazo con la mirada con gesto asqueado- ¿Y ahora esto es una moda? ¿Vais a volver a estar todos- miró a Alice- vivitos y coleando?

-Nadie tiene una razón tan importante para querer recuperar su mortalidad como la tengo yo- contestó Edward con voz de ultratumba- ¿Algún mensaje más?

Frunció el ceño sin dejar de aguantar la vista de Edward y cogiendo aire, añadió:

-No cruces nuestro territorio- dijo desafiante.

Se giró sobre sus talones y cruzó por medio de los estudiantes, triunfal. Al fondo del aparcamiento un Volkswagen rojo le esperaba, donde se metió sin más miramientos para desaparecer.

Bella miró a su alrededor: todo el mundo parecía a lo suyo. Lo que menos necesitaban eran llamar la atención más de lo normal. Alice parecía aún asqueada pero no se movía. Y Edward…

Dobló las rodillas para apoyarse en ellas y sopló, como si se encontrara mal.

-¿Qué…?- se agachó rápidamente para sostenerle- ¿Qué ocurre?

-No lo sé.

Alice se agachó al segundo, guiándose con la nariz.

-¿Qué va mal, Edward?- inquirió ella- ¿Es tu cabeza? ¿Te duele?

-No lo sé- repitió.

La vampira se incorporó para quedarse tiesa como un palo lo mismo que si alguien le hubiera accionado una bisagra en su espalda. Dejó sus ojos vacíos. En trance. Y casi a la vez su voz se solapó a la de Edward para decir:

-Puedo oír los pensamientos de Jacob Black.

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CAP. 38:

Sordo.

Le dolía la cabeza incluso de esforzarse. Llevaba todo el día esforzándose: durante las clases, a la hora de la comida, en casa con su familia y ahora de vuelta a Forks para recoger a Bella del trabajo.

¡Y nada!

Seguía sordo. ¿O mudo era la palabra correcta? No podía pillar ningún pensamiento más al vuelo como hizo con los de Jacob Black en el aparcamiento.

Lo había comentado con Carlisle y lo único que se la había ocurrido era hacerle una radiografía por si era algo por culpa del golpe de la cabeza. Sonaba ridículo. Su padre adoptivo estaba tan perdido como él. Quizá era alguna laguna de los Volturis. O alguna manera innata de defenderse de los hombres lobo, de la misma manera que Alice no podía verles en las visiones. Quién sabe.

Y mejor eso, que olerles.

En medio de su discurso en el aparcamiento empezó a percibir un zumbidito, como cuando alguien sintoniza una radio y cuando le preguntaba que si eso era algún tipo de moda y que si el resto de su familia lucharía por su mortalidad, lo oyó a alta definición:

Lo ha hecho por Bella. Ha dejado de estar muerto por Bella. Nunca más volveré a subestimar a estas sanguijuelas. Podría haberla mordido y desatar una guerra por romper el tratado, pero no. Ha dejado de estar muerto para estar con ella.

El par de veces que se había topado con él cuando aún podía leer todo pensamiento en la faz de la Tierra – menos los de Bella – por su mente pubescente siempre pasaban esas cosas, preguntas del tipo de qué fácil cuando eres rico y guapo y todas las chicas caen rendidas a tus pies o que pena no se estrella con ese cochazo suyo tan plateado o por qué no desaparecerá para siempre. Celos por su relación con Bella, en definitiva. Eso, además de los prejuicios que su familia de quileutes le estaba inculcando le hacían una mente de lo más molesta.

¿Y ahora la podía volver a leer?

Carlisle siempre creyó que su facultad para leer mentes se debía a que como mortal seguro que había sido muy sensible a las sensaciones humanas. Puede que antes pasara esto. Pero, a escoger, preferiría cualquier mente antes que aquella.

La de Bella, por ejemplo.

O la de Alice.

¡Incluso la de Rosalie!

Menudo regalo el de los Volturis. Pesadillas y pensamientos ajenos que iban y venían. Si eso no era una broma macabra para amargarle lo que le quedaba de existencia, no sabía muy bien lo que era.

Gruñó de pura frustración, sólo, en su coche, aparcado delante de la tienda de deportes de los Newton.

La puerta se abrió a la vez que la luz del escaparate se apagaba para encender la del cártel y Bella salió seguida – como siempre – de aquel niño molesto. Iba hablando algo, con su verborrea en la que apenas paraba para tomar aire, pero ella – también como siempre – no parecía contenta con su compañía. Asentía automáticamente, seguro que para no ser descortés pero en cuanto alzó la mirada y le vio, sonrió.

Mike hizo lo mismo. Bueno, no. Dejó de mover los labios a esa velocidad y su semblante se cayó, como todos los días. Después le saludó con la cabeza y él respondió haciendo lo mismo.

-¡Hola!- exclamó Bella saltando casi dentro del coche- ¿Alguna novedad?

Él cerró los ojos y se concentró. Los volvió a abrir frunciendo el ceño. Que frustración. ¿Acaso creía que podría leer los pensamientos de Bella?

-No. No he podido oír nada más. Carlisle me hizo ir al Hospital y he tenido a Alice pegada toda la santa tarde.

-¿Dónde está?- preguntó ella mirando a los alrededores.

-Allí, con Jasper- señaló dos puntos blanquecinos en el principio del bosque- Emmett y Rosalie les darán el relevo cerca de tu casa- contestó cansado.

Ese era el plan de la supervisión vampírica en la que se veían inmersos toda la semana. Y segundo que pasara era más molesto que el anterior.

-¿Rosalie también?- preguntó ella, temerosa.

-Así Emmett no está solo. Tampoco es nada cómodo para mí, Bella- respondió frustrado.

Ni cómodo, ni agradable, ni funcional. Rosalie no había cambiado ni un ápice sus sentimientos hacia su nueva condición humana, no se había acercado a él, insistía en que debía irse a otro sitio más propio que en una casa con seis vampiros y todo lo echaba en cara a la mínima oportunidad. Si formaba parte de la supervisión vampírica era por Esme y Carlisle y porque seguro que si ella tuviera oportunidad, sería la que los atacaría.

-Pero…- dudó ella- Jacob dijo que los vampiros nómadas no están en la zona hace días, ¿no? ¿No podrían… levantarte el castigo?

Suspiró divertido. ¿Castigo? Pues sí, era un castigo. Un castigo propiamente humano por una acción humana aunque llevado a otro nivel. Casi como el castigo de Charlie Swan de no entrar en su casa por haber dejado catatónica a su hija tres meses atrás.

-Podría hablarlo con Carlisle- dijo Edward.

-¿En serio?- preguntó ella, jovial- ¿Y crees que nos dejarán hacer algo solos?

La sola palabra ya le hizo notar ese calorcillo por la espina dorsal. Con tanta oreja con súper poder a su alrededor en los últimos días apenas habían podido saludarse y despedirse con un beso porque la situación le ponía bastante nervioso, así que no se había llegado a plantear de nuevo su problema con las sensaciones humanas que Bella siempre parecía ávida de investigar, incluso cuando no eran ni humanas.

-¿Cómo qué?

-Las fiestas de Navidad están muy cerca. Podríamos ir de compras a Port Angeles. Los viernes no trabajo por la tarde, así que podíamos marcharnos mañana después de clase y quedarnos hasta la hora de cenar.

La cita que tenía planeado con Bella desde su primera noche humana, apareció por arte de magia en su imaginación: ellos en aquel restaurante pequeño con música de fondo, de mesas redondas y velas y ambos ¡cenando!

Pero esa magnífica visión se deshizo en añicos cuando alguien picó en su ventanilla.

-¡Dios Santo! ¡Alice!- exclamó.

Se quedó sonriente fuera, saludando a Bella con la mano y esperando que él, con el susto, pusiera las llaves en el contacto para bajar el cristal.

-¡Sí! ¡Sí! ¡Sí! ¡Iremos! ¡Iremos!

¿Para qué preguntar? Ella ya sabía de lo que hablaban.

-Nadie te está invitando. Si has oído toda la conversación, Bella quería que hiciéramos algo juntos y solos.

-¿En serio?- preguntó ella haciendo un mohín como si fuera a llorar.

-Siempre podemos ir otro día- contestó Bella llena de culpabilidad- ¿Crees que será posible? Te prometo que iremos a las tiendas que tú quieras y me compraré la ropa que tú quieras. ¿Por favor?

Alice se concentró cerrando los ojos y batió la cabeza resignada.

-Sí. No hay peligro en Port Angeles. Pero nos tendréis a Jazz y a mí detrás en cuanto crucéis la entrada del pueblo. Y a Emmett y a Rosalie al día siguiente cuando estéis solos en casa.

Edward miró a Bella en busca de explicación. Y dudó si pedírsela cuando la vio teñirse de rojo a púrpura en un segundo.

-Alice, déjanos solos- imploró.

Y su hermana contestó volatilizándose en un borrón que levantó aire. Edward elevó la ventanilla lentamente para después centrar su atención en Bella. Ella seguía abochornada hasta la raíz de sus cabellos.

-Había pensando que… ya que no hay peligro…- balbuceó- y como Charlie se va de pesca… decirle que tenemos que hacer ese trabajo de ciencias y pasar la tarde… ya sabes… en casa.

Dios Santo, qué habría visto Alice. Porque había mirado, le había quedado claro. Le habría visto de nuevo poseído por sus hormonas humanas descontroladas como lo estaban las chicas del aparcamiento. Sucumbiendo a Bella casi como la noche que tuvo que pasar con ella, diciéndole que quería ir poco a poco para no perderse nada y sonando igual de moralista cuando era un vampiro y no quería lastimarla.

-Aunque…- volvió a balbucear- si no quieres…

Bajó la vista y jugueteó con una de sus pulseras, regalo de su madre, que siempre llevaba, seguro que más avergonzada que antes.

-Sí, sí, sí que quiero- dijo él rápidamente- Sólo que… siento que Alice lo haya visto. Le digo que no mire en nuestro futuro y menos en cosas que nos pueden comprometer, pero así es mi hermana y su pasión voayeur. Será un fin de semana genial. Un fin de semana humano. Estoy deseando que comience.

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CAP. 39:

En el mismo lote.

La vida era tan bonita que seguro que era ilegal. Algo iba a pasar, estaba segura: vendrían quienes fueran esos Volturis a quitarle a Edward por ser tan humano, tan cálido y suyo o cientos de vampiros tomarían Forks. Se sentía tan dichosa que podría hasta explotar. ¡Se iba a meter hasta en un Centro Comercial en plena vorágine Navideña! Podría empezar a repartir su fortuna en la puerta como si de un trabajador disfrazado de Santa Klaus se tratara a cada una de las personas de la península de Olympic, y aún le sobraba un poquito para ella y para su cita humana.

Había estado todo el día nerviosa, desde que se bajó de su coche como siempre para ir a encontrarse con Edward y Alice. Ella aún parecía un poco molesta por perderse la diversión consumista pero como había husmeado en el futuro, y le habían gustado sus regalos se le fue pasando poco a poco. Planearon durante sus clases la cita y el itinerario a seguir, y cuando por fin sonó el timbre a Bella le faltó tiempo para regresar a casa a dejar su furgoneta y a Edward para llevar de vuelta a Alice y recogerla a ella.

Bella entró apresurada, casi arrastrando la mochila al cerrar la puerta. Pretendía correr escaleras arriba, cepillarse el pelo y lavarse los dientes, y así esperar a Edward en el porche, pero Charlie salió de la cocina y casi se da de bruces con él.

-¿Qué haces en casa, papá?

-Tenía un rato libre y he venido a almorzar.

Había sido tan rauda que ni siquiera se fijó en el coche patrulla. Bien podían haber tenido un elefante atado junto al árbol que ni lo hubiera visto tampoco.

¿Charlie en casa a la hora de comer? Llevaba viviendo allí un año y Charlie jamás abandonaba la comisará hasta bien entrada la tarde e incluso a veces la cena ya estaba fría cuando aparecía, así que seguro que eso se trataba de otro tipo de preocupación paterna normal o más bien sus reticencias hacia Edward Cullen.

-Oh…- dijo ella- Podías haberme avisado y te hubiera preparado algo.

-No importa. Me gustan las sobras frías. ¿Dónde ibas tan rápido?

-Edward y yo- contestó intentando que no le temblara la voz a la espera de otra de las charlas de Charlie sin fin- vamos de compras a Port Angeles, te lo dije ayer.

-Oh, sí- rezongó- Pero tal vez habías cambiado de planes o ese capullo había vuelto a desparecer.

-Papá, por favor…

Tiró de su mochila dejándolo por imposible y pretendió subir las escaleras pero Charlie la volvió a detener.

-Respeto que sigas saliendo con él pero eso no significa que me guste un pelo.

Bella se volvió decidida. Ya estaba bien. ¿Por qué no podía ser feliz por ella? Se había convertido en un muerto mutante cuando Edward había desaparecido y era la viva imagen de la satisfacción a medida que sus ojos verde esmeralda brillaban. ¿Tan difícil era de entender?

-Pues deberías hacer un esfuerzo. Porque Edward está aquí y va a quedarse mucho tiempo. Y cuando se vaya de nuevo lo haremos juntos. Así que o admites que los dos vamos en el mismo lote y eres amable o el problema será tuyo.

Los ojos de Charlie Swan se hicieron pequeñas como canicas y después se convirtieron en una fina línea como sus labios. Bella se mantuvo allí estoica en su posición y sólo cuando el rostro de su padre cambió de color, ella exhaló el aire.

-No quiero perderte, hija. Ya he estado mucho tiempo sin ti. Sólo que… quiero que seas feliz.

-Edward me lo hace, papá.

-También te hizo muy infeliz.

-Porque no estaba aquí conmigo.

-Así, ¿cómo voy a confiar en él?

-No hace falta que lo hagas. Sólo confía en mí, ¿vale? Es lo único que te voy a pedir. Y que seas amable.

Resopló por la nariz para después asentir.

-Está bien- dijo en voz baja- Sube a dejar tus cosas. Hoy puede pasar hasta la entrada. Pero no cruzará la puerta de la cocina a menos que esté sangrando.

Ella simplemente iba a sonreír en agradecimiento y galopar de nuevo a su habitación, pero ya que el la casa de los Swan se respiraba tanta sinceridad…

-Sobre eso- carraspeó. Tomo aire y se concentró para evitar sonrojarse como si eso funcionara- Mañana teníamos pensado terminar un proyecto de ciencias que tenemos que entregar la próxima semana.

La cara de Charlie volvió a tomar aquel tono bermellón y sus ojos estaban de nuevo pequeñitos como canicas.

-Edward y tú- asintió como si hubiera otra combinación- No me gusta- gruñó.

-Papá… en qué habíamos quedado.

-En que no puede entrar en casa- replicó- Hasta el porche. Y estoy pensando en cambiar eso por el primer escalón.

-Es mi compañero de ciencias y tenemos que entregar un proyecto. Por semana tengo trabajo y muchos otros deberes y no podemos quedar en otro momento. ¿Acaso quieres que con tus reticencias hacia Edward bajen mis notas y no vaya a la Universidad?

Charlie pestañeó como si conectara por primera vez con la conversación al oír la palabra mágica: “Universidad”. Durante los tres meses de catatonia la había repetido sin descanso como si ese fuera el premio a aquel trance, donde sin duda le esperaba una vida mejor. Insistía en que debía mejorar sus notas, en pedir créditos para los estudios, en que estudiara los programas de Florida para estar cerca de su madre…

-No, por supuesto que no- murmuró- ¡Pero eso no implica que me guste que estés sola en casa con él!

-Lo sé- respondió Bella- Pero como eres el mejor y confías en mí, no dirás nada cuando venga, ¿verdad? Voy a prepararme.

Charlie apenas murmuró algo por lo bajo y entró en la cocina dando patadas. Bella corrió escaleras arriba, se cambió de ropa y cuando terminó de lavarse los dientes y de cepillarse el pelo, oyó el motor de un coche parar en la entrada.

Iba a asomarse por la ventana del pasillo del primer piso que daba hacia el porche, hacerle una seña para que saliera del coche, pero cuando lo hizo ya vio a Edward caminando decidido hacia la entrada.

El timbre de la puerta sonó y Charlie acudió a abrir dando las mismas patadas que le metieron en la cocina.

-Jefe Swan- dijo cortésmente.

-Pasa, Edward- contestó él, cortante- Bella bajará ahora mismo.

-Es muy amable.

Le sonrió pero sus sonrisas brillantes no hacían el mismo efecto en todos los Swan, así que se mantuvo correcto y educado, esperando en la entrada, con las manos en los bolsillos. En medio del camino de vuelta a casa, Alice había entrado en trance y había empezado a repetir una conversación que no entendía muy bien de quién era hasta que le nombró así que permaneció alerta a la transcripción, casi imaginándosela visualmente lo mismo que si pudiera leerla en su mente como antaño. Bella imponiéndose a su padre por él. Y aunque le había gustado de principio a fin se quedó con la frase de cuando se vaya de nuevo lo haremos juntos y con los dos vamos en el mismo lote, sin dudas las favoritas que le hacían saltar a su corazón de felicidad.

-Eh…- carraspeó Charlie- ¿Qué tal está tu padre?

-Bien, trabajando. Así es Carlisle: no puede dejar de ayudar a las personas.

-Dale recuerdos.

-Lo haré.

Bella descendió por la escalera comprobando que llevaba todo lo necesario en su bolso – su calcetín de ahorros, por ejemplo – así que no hizo falta más intentar entablar una conversación. Edward dio un paso adelante pare recogerla al final tomándola de la mano como solía hacer, pero como Charlie carraspeó, pensó dejar de nuevo esa mano en el bolsillo. Bella le sonrió en cuanto sus miradas coincidieron y él hizo lo mismo sin separar los labios, regalándole ese gesto tan retorcido suyo.

-No lleguéis muy tarde- dijo Charlie sujetando a Bella por la espalda- Y conduce con cuidado.

-Descuide, jefe Swan.

Edward abrió la puerta, pero como Charlie les siguió llevando paternalmente a Bella por los hombros solo le quedó ir hacia el coche para sujetarle caballerosamente la portezuela. Así Bella se libró de Charlie y cerró la puerta antes de que pudiera decir más.

-No sé a qué ha venido esto- murmuró cuando Edward accedió al coche.

Le devolvió la sonrisa a Charlie, clavado delante del camino que llevaba a la vivienda y puso en marcha el coche.

-A que te quiere y te quiere proteger. Por lo menos eso pensaba antes cuando yo podía leerle la mente. Y seguro que no ha cambiado.

Ella asintió mirando por la ventanilla sumergiéndose en sí misma, a medida de que el coche de Edward avanzaba por el barrio cogiendo velocidad. Nunca le había gustado mucho que leyera los pensamientos de Charlie porque era como violar su intimidad, aunque hubiera ayudado en la mayoría de las ocasiones, y eso que Edward no lo podía evitar y también le incomodaba. Así que ahora estaban sordos en ese sentido, lo hacía justo.

Iba a preguntarle algo porque tomó aire como si a Alice se le había pasado el enfado o había conseguido escuchar algo más, pero sin decir nada él se salió de la carretera, dejó el coche en el camino de tierra que lo bordeaba y en una reacción que el Edward de antes nunca había tenido, se abalanzó sobre ella para besarla.

-Gracias- dijo- Alice vio la conversación con tu padre. Gracias por decir esas cosas tan bonitas.

Aún conmocionada y ligeramente mareada por la falta de aire, acertó a contestar:

-Es lo que pienso.

-Sigamos con el fin de semana humano. No puede ser mejor sabiendo cómo ha comenzado.

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CAP. 40:

Correr el riesgo.

Esconder regalos Navideños en una casa de seis vampiros que no duermen y contando que uno tiene poderes de videncia, puede resultar una pesadilla. Seguro que con el olor de las bolsas sabían que había dentro. Él antes lo sabía. Por eso cuando se puso a discutir con Alice diciendo que dejara de fastidiarle la diversión y Esme puso paz diciendo que la intención era lo que contaba, le quedó muy claro que había desvelado hasta la última de las sorpresas.

Pero no importaba. El quid de la cuestión era haber podido hacer algo con Bella. Algo humano. Y se lo había pasado tan bien que la usual mirada de asco que le echó Rosalie al cruzar el umbral de su casa esa noche, le importó menos que de costumbre.

-Bella estará adorable con el sweater que le voy a regalar. Aunque aún más llevando el ani…

-Alice, déjalo- le cortó Edward- No quiero que mires eso. Y ya que lo has mirado, guárdatelo para ti. Ya te lo dije.

Como le había dicho, quería ir viviendo las nuevas experiencias humanas que le esperaban una a una. Y quizás sonara un poco hipócrita pedirle a Alice que se guardara el futuro para ella con lo útil que siempre le había resultado, pero quería tomar sus decisiones mortales como todo el mundo hacía.

Como su cita en el restaurante: a sus ojos humanos no era tan poco espacioso como le había parecido, ni la música estaba tan alta o la camarera olía tan mal a licor recién destilado. Era el sitio más romántico que había visto en 90 años. Las mesas tenían el tamaño perfecto para poder alargar la mano sobre ella y aferrar la de Bella mientras traían la comida y a la luz de las velas su piel parecían más increíble de lo que le pareció la última vez cuando luchaba con las ganas de desangrarla.

-Lo siento- dijo la camarera, retorciendo el labio. Ahora sólo le olió a tabaco y a laca del pelo, lo que tampoco lo hacía agradable- Pero no quedan espaguetis.

Estuvo a punto de gritarle. ¡Y muy alto! Algo como: ¿sabes cuánto tiempo llevo esperando comerme esos condenados espaguetis? ¡90 años! Pero como Bella leyó en su cara la decepción, enseguida le soltó la mano para leer la carta.

-Entonces raviolis- dijo decidida- Seguro que te gustan mucho.

Y con el labio retorcido se volvió a marchar hacia la cocina. Bella se rió diciendo que la última vez que habían estado allí ella ya le había caído mal por estar sentada en la misma mesa que él pero seguro que hoy escupía en su comida por estar cogiéndose de las manos.

-Me subestimas. No recuerdo mucho de ella de la última vez excepto su olor, pero seguro que sólo quería ser amable.

-¿Aún no lo ves? ¿No te das cuenta de cómo te miran el resto de las chicas del instituto?

-No. Porque yo sólo tengo ojos para una. Y corazón.

Y sonriendo de nuevo con aquel gesto juguetón a Bella le sobraron las palabras más al tomar de nuevo su mano y estrecharla entre las dos suyas calentitas.

Degustaron la comida, pasearon bajo la romántica iluminación navideña que tenía Port Angeles y cuando empezó a llover decidieron dar su cita por concluida.

Concluida de verdad porque con Jasper y Alice siguiéndoles en cuanto cruzaron la frontera del pueblo poco más pudieron hablar y menos despedirse siguiendo los cánones establecidos para una cita en condiciones al ver al Charlie esperando a Bella desde la ventana del salón.

-Será mejor que entre- dijo ella de un suspiro.

-Sí. No queremos enfadarle. Mañana tenemos todo el día para volver a estar solos. Podría hasta acostumbrarme.

Bella bajó la mirada y cuando la levantó tenía aquellas dos adorables líneas en las mejillas.

-Espero que no me castigue por esto o no me espere una charla, pero…- y se adelantó hacia él poniendo la mano en su asiento- correré el riesgo.

Con la guardia baja, Edward solo pudo recibir el beso en sus labios. Y después impregnarse en éste mientras los dedos de Bella se enredaban en su pelo como siempre. Dejó la mente en blanco, se olvidó de la voayeur de Alice y de que Jasper estaban en el bosque espiándoles y de que Charlie seguro que buscaba su arma, para usar todas las nuevas terminaciones nerviosas que tenían su cuerpo que le dejaron temblando.

-Hasta mañana- dijo Bella sonrojada desde la barbilla hasta la raíz de sus cabellos.

Él la volvió tomar su cara entre sus manos y repitió el beso rozándole los labios con los suyos.

-Hasta mañana- respondió él.

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CONTINUARA.....COMENTEN,.....:)

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