martes, 30 de marzo de 2010

Fanfiction: Porcelana .

Bueno ha diferencia de otros fics q he subido en este caso la genial autora me autorizo y yo estoy muy feliz y agradecida con ella por eso...les comparto su Hermoso fic aca.....si quieren comentar, preguntar o algo no duden en hacerlo....;)

Bueno no se olviden que los creditos y meritos son para la genia q escribio este hermoso fic:

"T.G.Kira" (Stefany) ella sube este fic en una pagina de fanfictions .

BUENO SIN MAS QUE DECIR LES DEJO EL SEGUNDO CAPITULO DE PORCELANA:


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PRIMER DIA DE INTENTOS Y DESCUBRIMIENTOS

Cuando recogí los medicamentos, revise los nombres, tal vez no supiera mucho de farmacología pero reconocía los dos medicamentos que llevaba; era un anti psicótico y un antidepresivo, me estremecí de pensar que el chico que me esperaba en la habitación necesitaba ese tipo de drogas. Mientras tomaba un vaso y lo llenaba de agua pensaba en lo incomoda que me ponía la situación, la verdad me ponía de los pelos que no hablara, me desesperaba pero la verdad, sabía que no debía ser su culpa, por alguna razón de peso estaba en un lugar así y tomaba ese tipo de medicamentos.

Camine de regreso hacia su habitación cuando abrí la puerta lo encontré sentado frente a la mesa, tenía un cuaderno frente a él y por lo que vi estaba empezando a trazar líneas en el.

-Hey, empezaste sin mí- dije a modo de reproche, pero lo hice más para empezar una conversación con él.

El solo levanto la mirada del cuaderno, me vio por unos segundos y volvió a bajar la mirada. Estaba realmente exasperada por su actitud, pero intentaba pensar de manera racional.

Coloque el vaso con agua en la mesa y le extendí las pastillas

-Antes de que sigas, debes tomarte esto- para mi sorpresa agarro las pastillas y se las tomo de un solo trago sin la necesidad del agua y luego volvió a sumergirse en lo que hacía.

El estaba demasiado concentrado en sus dibujos así que yo empecé a curiosear el cuarto. No había mucho que ver, por las reglas del lugar no se permitían varias de las cosas que el tenia, pero supuse que gracias al Dr. Cullen el tenia cierto tipo de libertades. Lo que llenaba el cuarto eran los mucho cuadernos en los estantes, sentía curiosidad por ver que había en ellos pero no me atrevía, temía la reacción de Edward. Aunque hasta ese momento el se veía realmente tranquilo no quería molestarle. El tiempo paso muy lentamente, el seguía ahí dibujando sin prestarme atención a mí, estaba muy segura que podía haber una explosión nuclear y el no se daría cuenta.

Así que deje que mi lado curioso ganara, tome el primer cuaderno que estaba en una de las repisas y empecé a hojearlo. Mi primera impresión: incomprensión. En ese cuaderno no había más que garabatos. Páginas enteras manchadas, volviéndolas oscuras con pequeños espacios blancos. Ese cuaderno estaba completamente lleno de garabatos, no le encontré ningún sentido, así que lo volví a poner en su lugar. Luego tome el siguiente cuaderno de la repisa. Segunda impresión: asombro. En el habían bocetos, dibujos incompletos de un rostro. No sabía identificar que era, solo podía ver la siluetas de la nariz y los ojos. El cuaderno estaba a la mitad, el resto estaba en blanco.

Y así fue revisando los cuadernos, uno por uno, y para mi sorpresa en todos había dibujos de la hermosa muñeca de porcelana que estaba en la mesa. No había dibujos de otra cosa que no fuese ella.

-Es Elizabeth- la voz me saco de mis pensamientos. Y en ese momento me di cuenta que el que me hablaba era Edward. Su voz parecía muy segura era fuerte pero al mismo tiempo era un sonido hermoso, lo que había dicho no lo entendí.

-¿Perdón, que dijiste?- pregunte esperando que el siguiera hablándome.

-La de los dibujos. Es Elizabeth- contesto sin mirarme. Aun concentrado en lo que estaba dibujando.

La comprensión me golpeo. El nombre de la muñeca era Elizabeth.

-Son unos dibujos muy hermosos ¿Quién te enseño a dibujar?- seguí la conversación lo mejor que pude, quería que se diera cuenta que podía hablar conmigo, si estaba ahí era para ayudarlo y para hacerle algo de compañía. El suspiro pesadamente antes de contestarme.

-Elizabeth me enseño- su respuesta me dejo fría. ¿Él pensaba que la muñeca le había enseñado a dibujar? ¡Oh!, Dios mío ayúdame, pensé en ese momento, estaba realmente asustada, pero no debía dejar que Edward se diera cuenta de mi estado.

-¿No me dirás que estoy loco?- preguntó con desdén aun sin levantar la mirada de su cuaderno.

Trague saliva intentando controlarme para que mi voz sonara tranquila.

-No ¿Debería?- intenté sonar segura de lo que decía.

El se dio vuelta hacia mí bruscamente, viéndome con sorpresa en sus ojos pero así como se volteo volvió a su posición original para seguir dibujando.

-Bueno, al menos dos personas no creen que estoy tan mal- dijo más para el que para mí. Luego de eso el volvió a sumergirse en su mutismo, pero al menos habíamos hecho un avance, habíamos hablado un poco. Esperaba que con un poco más de tiempo pudieras sostener una conversación un poco mas…. normal, por decir algo.

Paso como una hora en la hubo completo silencio en la habitación, no escuchaba nada más que la respiración de ambos y de vez en cuando Edward ponía el lápiz en la mesa o hacia otro movimiento. Todo ese tiempo me la pase preguntándome qué tipo de desorden psiquiátrico tendría Edward, no era esquizofrenia ni ningún tipo de demencia de la que tuviera conocimiento, tampoco era como que supiera mucho de psiquiatría, suspire, tal vez si leyera su historia clínica pudiera darme una idea, estuve a punto de buscarlo cuando escuche el ruido de la puerta abriéndose, cuando fije mi vista ahí pude ver al doctor Cullen entrar.

-Buenas tardes- me saludo cortésmente.

-Buenas tardes- le contesté.

-Solo venia a ver como les iba- dijo mientras veía a Edward, quien una vez más no le había dado importancia a la presencia del doctor.

-Muy bien, Edward es muy tranquilo.

-Me alegro mucho que estén bien, creo que es hora que salgas a almorzar algo.

-Pero…- titubee, no estaba segura de dejar a Edward solo.

-No te preocupes, me quedare yo un rato- me sonrió y yo le devolví la sonrisa. No me equivocaba con él, quería mucho a su sobrino.

Salí de la habitación y recorrí los pasillos hasta llegar de nuevo al ala principal, que a diferencia de la mañana, estaba muy concurrida. Veía doctores de un lado para otro, y enfermeras rondando los pasillos.

-Ahí estas- escuche una voz conocida.- Pensé que nunca saldrías- era la enfermera que conocí esta mañana, Jessica.

-Hola- la salude cordialmente a pesar del comentario que había hecho a espaldas mías.

- ¿Vas a almorzar?

- Si, supongo.

-¿supones?- me contesto de manera irónica.

- Sí, bueno, no tengo que almorzar- dije recordando que le había dado mis alimentos a Edward.

-Ven, te daré del mío- me jalo hacia una parte del hospital donde había muchas mesas -¿y qué tal te ha ido?

-Bien, el señor Masen es muy tranquilo- intenté hablarle de la manera más profesional posible.

-¿En serio?- preguntó con incredulidad en su voz-¿no te ha asustado ni nada?

-¿Por qué lo dices?

-Bueno, yo estuve con él un tiempo y… es un poco tétrico. Y esa muñeca….- se estremeció ante el recuerdo- es espantosa.

-No lo creo. Es muy linda- le dije sonriendo.

-¿Estás loca o qué?

-No que yo sepa- le conteste divertida. Pude ver en su rostro la contradicción que sentía al no tener las respuestas que esperaba de mí. Ella no siguió interrogándome, solo se dedico a comer, me había dado una parte de su almuerzo, debía recordar un día de estos traerle algo a ella, si no quería ser conocida como la quita almuerzos, teniendo en cuenta lo "comunicativa" que era ella. Cuando termino dijo que debía irse, que debía estar pendiente del pabellón de mujeres y se fue.

Yo también debía regresar. Mientras caminaba por partes del hospital que no conocía, pude ver la mirada inquisitiva de varias enfermeras incluso algunos doctores. Solo me preguntaba el porqué.

Cuando por fin llegue a la habitación de Edward, pude escucharlo hablar con Carlisle.

-Ella no piensa que estoy tan loco- escuche la voz de Edward.-Intenta ser amable y buena conmigo.

-¿Y eso te alegra?

-Mucho, creo que es la primera enfermera que no me mira con desprecio o temor- mi corazón se estrujo ante sus palabras. Eso le dio sentido a las palabras de Sue: "Ha sufrido demasiado y no merece que las personas lo maltraten". Me quede ahí parada frente a la puerta.

No escuche lo que Carlisle le contesto. Estaba muy enfrascada en mis propios pensamientos, el solo quería que no le temieran, que no lo repudiaran. Era triste pensar que yo era la primera que él sentía que no lo veía así, una punzada de culpabilidad me golpeo: yo si le temía.

El golpe que me dio la puerta al abrirse me saco de mis pensamientos.

-¡Discúlpame!- dijo el doctor Cullen cuando me vio tirada en el suelo- No me imagine que estarías parada frente a la puerta- rio mientras tomaba mi mano para ayudarme a levantarme.

-No se preocupe, fue mi culpa- dije completamente apenada. Cuando subí la mirada pude ver sus ojos azules chispeantes de felicidad.

-Me gustaría hablar contigo antes de que entres con Edward- me limité a asentir y a seguirlo.

Una vez en su oficina, me ofreció asiento.

-Las horas de almuerzo las tomo para ir a hablar con él. Es parte de su terapia- dijo mientras él se sentaba.

-No le gusta hablar mucho conmigo, pero felizmente hoy hablo más de lo normal. Me contó que has sido muy amable con el- dijo con una sonrisa.

-He hecho lo posible de que este cómodo- era la verdad, estaba ahí para asegurar su bienestar.

-Y realmente me alegro de eso ¿Has leído su historia clínica?

-No- estaba muy apenada, debía ser lo primero que debía haber revisado.

-Edward fue diagnosticado como un disociador de la realidad. El ha llegado un punto que la realidad y las cosas de su mente se han mezclado a tal grado que no sabe cuál es cual. Y en su caso vive más en su realidad- se tomó el tiempo de explicarme bien su condición.

-¿Sabes quién es Elizabeth?

-¿La muñeca?- pregunte dudosa.

-Pare él, ella es Elizabeth, pero no.- Le dio vuelta a un portarretrato doble. En un lado había una foto de él, un poco más joven junto a una hermosa mujer de cabello color caramelo y mirada soñadora ella cargaba a un bebe. Al otro lado había una hermosa dama; si, dama, no había otra palabra para describir la elegancia de la joven mujer que yo veía, era realmente hermosa de cabello rojizo y ojos azules, ella sostenía en sus piernas a un niño de hermosos ojos verdes y cabello broncíneo.

-Ella es mi querida Elizabeth- dijo señalando a la mujer y al niño- Mi amada hermana menor y la madre de Edward.

-Es muy hermosa- dije lo único que se me vino a la mente, pero me quede viendo al pequeño Edward, tenía una gran sonrisa y sus ojitos verdes rebosaban de alegría. Calcule que en la foto tenía unos tres o cuatro años, pero pude reconocer las facciones del joven que yo conocía escondidas en ese pequeño niño.

-Creo que ahora podrías entender un poco acerca del cariño de Edward por esa muñeca. No le temas, le costara mucho poder tener una relación sociable contigo pero te aseguro que lo intentara.

-No se preocupe doctor, le aseguro que hare todo lo posible porque Edward este bien.

-Eso es todo lo que pido.

Cuando Salí de la oficina, tenía más dudas que respuestas.

Ahora entendí un poco, si. Edward de alguna manera retorcida asociaba a la muñeca con su madre. Pero eso me explicaba el porqué, porque estaba recluido aquí. Tenía muchas dudas, pero no tuve el valor de preguntarle a Carlisle. Pero estaba muy segura que era algo realmente malo, porque al referirse a "su querida Elizabeth" lo hizo con nostalgia y dolor en su voz. Era como si no quisiese hablar de ella pero debía hacerlo.

Una parte de mi se sintió feliz, por cómo me hablo sabia que a nadie más le había contado las razones de Edward para estar así, había confiado en mí y no desperdiciaría esa confianza.

Camine de regreso a la habitación de Edward, cuando entre el estaba sentado en la cama con el cuaderno en sus manos.

Me vio entrar y se puso de pie. Me dio el cuaderno y se volvió a sentar.

Pude ver lo que había dibujado, una vez mas era Elizabeth, la muñeca. Era un dibujo realmente exquisito, digno de estar en un museo. Edward tenía talento. Era muy realista, muy delicado y cuidadoso en cada uno de los trazos.

-Elizabeth te quedo muy hermosa- elogie su trabajo. Espere a que reaccionara de algún modo, pero no hizo nada.

Doble el cuaderno y lo puse en el estante que le correspondía.

-Gracias- susurró, giré para verlo. Miraba el suelo, pero estaba segura que lo había escuchado.

-No hay de que- le conteste, mientras buscaba nuevamente los horarios que me habían proporcionado.

Comió su almuerzo con mucha dificultad, sabía que no le gustaría esa horrible comida. Pero para el día siguiente le traería algo mejor.

La tarde paso lenta pero sin ningún problema. Edward se la paso en silencio, cosa que de momento no me incomodo.

Cuando se hizo de noche, note que Edward se revolvía en la cama.

Era casi la hora de irme. Debía estar hasta las ocho de la noche, pero antes de irme debía darle un último medicamento. Un somnífero. No entendía él para que de darle eso, pero yo no podía discutir con las ordenes que tenía el doctor para con él.

Cuando estaba de regreso en la habitación Edward se había cambiado de ropa, a una especie de pijama. Edward no necesitaba de mí, era una persona independiente, normal, quizás hasta podría vivir fuera de este lugar por su cuenta.

Le di la medicina y una vez se la tomo de un solo trago. Se recostó en la cama, supuse que esperando a que el somnífero hiciese efecto.

Me acerque a la cama para despedirme de él.

-Edward, ha sido un gusto estar contigo hoy- le dije en un susurro.

-A mí también me ha gustado que estés aquí- dijo mientras sus ojos se cerraban.

Sonreí ante su respuesta. Salí de la habitación, poniéndole llave como me había indicado el doctor.

Al salir le entregue las llaves a Sue, quien me esperaba.

Cuando por fin estuve en la calle, suspire cansadamente. Solo era mi primer día de trabajo y ya me había encariñado con él, lo que pude entender de su condición me hizo sentir cierta ternura hacia él, cierta necesidad de protegerlo. De alguna manera yo quería que el estuviese bien, que se sintiese feliz. Y eso era lo que haría el tiempo que se me permitiera trabajar con él.

Tome un taxi para llegar a mi departamento.

Cuando entre, revise los mensajes de la contestadora. Solo había uno, de mi madre. Quería saber cómo me había ido en mi primer día.

Me hubiese gustado marcarle pero ya era demasiado tarde para eso. Lo haría después.

Cambie mi ropa para poder acostarme a descansar. Pero recordé el historial de Edward. Lo había traído conmigo, lo busque en mi bolsa.

Era algo pesado, era muy grueso.

Empecé a leerlo con curiosidad. Lo primero eran datos generales, su nombre y su edad, Edward tenía 22 años, era menor que yo por un año.

Cuando leí a la edad que lo habían internado, me sentía muy mal por él. Había sido internado a la edad de doce años, por un tal doctor Aro Vulturie.

Seguí leyendo hasta la parte de diagnostico, en resumidas cuentas era lo que Carlisle me había dicho, Disociación de la Realidad. Hubo algo que me llamo la atención: Represión de recuerdos, "Ha reprimido recuerdos, la falta de ellos lo confunden y lo compensa utilizando a la muñeca como escape, se cree que inconscientemente se está protegiendo de esos recuerdos traumáticos, pero de igual manera lo afectan a nivel subconsciente originándole pesadillas muy vividas". Releí ese párrafo, pero no pude entenderlo muy bien.

El resto era más que nada avanzas o en el caso la falta de estos en las terapias, al menos hasta cinco años atrás, cuando el nombre de su doctor cambio por el de Carlisle Cullen.

Pero no decía nada de lo que le había pasado. En ese momento me reprendí, sabía que no debía impórtame las razones, solo debía cuidarlo.

Cerré el expediente y lo tire sobre la cómoda, cuando hice eso una foto se salió de en medio de las paginas y cayó al suelo.

Me levante a recogerla, y cuando la vi una sonrisa se dibujo en mi rostro. Era una foto de Edward, reciente. Sus ojos no eran los mismos que de niño, no había ni pisca de alegría en ellos. Pero yo intentaría cambiar eso. Intentaría hacerlo sonreír.


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CONTINUARA....

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